Vaginas
y narices de laboratorio
- Médicos logran reconstruir la nariz de cinco
personas con cáncer de piel
- El grupo de Anthony Atala muestra que es
posible crear vaginas en el laboratorio
Hace
apenas tres décadas, la posibilidad de generar órganos a la carta en el
laboratorio era una quimera. Sin embargo, los avances en ingeniería tisular han
hecho que ese sueño esté cada vez más cerca de los pacientes. Dos
investigaciones publicadas este viernes en la revista The Lancet dan cuenta del potencial de esta
técnica en el campo de la cirugía reconstructiva y los trasplantes.
La primera de ellas, liderada por Ivan Martin, de la Universidad de Basilea
(Suiza) ha conseguido reconstruir la aleta de la
nariz de cinco pacientes aquejados
de un cáncer de piel en la zona.
Después de
realizarles una biopsia del cartílago de su tabique nasal, los científicos
cultivaron las células obtenidas -condrocitos- y, acto seguido, las plantaron
en una matriz de colágeno en la que se formó un tejido de cartílago
perfectamente compatible con la lesión causada por la cirugía.
De hecho, el implante se realizó en la
misma intervención en
la que se les había retirado el tejido dañado por el cáncer.
Tras un año
de seguimiento, los investigadores comprobaron que tanto la funcionalidad de su
nariz como su aspecto estético habían cumplido con las mejores expectativas.
El logro, subrayan los científicos, abre la puerta a otras
reconstrucciones faciales -como por ejemplo, las orejas o la nariz al
completo-, ya que demuestra que es posible fabricar de una
forma rápida -todo
el proceso duró apenas unas semanas- y relativamente sencilla estos tejidos en
el laboratorio.
Hasta ahora,
lo habitual en estos casos es que los cirujanos tomen parte del cartílago
presente en otras zonas del cuerpo -como las orejas- y con él reconstruyan el
tejido perdido. Esta técnica, sin embargo, no está exenta de complicaciones y
exige realizar otra cirugía a los pacientes.
Vaginas
La otra investigación, cuyo principal firmante es Anthony
Atala, todoun pionero en la ingeniería
tisular, muestra que
es posible crear vaginas en el laboratorio e implantarlas con éxito en el
organismo.
El estudio ha
hecho un seguimiento a cuatro mujeres que nacieron sin vagina -padecían una
enfermedad llamada síndrome Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser- y que, gracias al
implante, han conseguido llevar una vida sexual normal.
Mediante un procedimiento similar al anterior, el equipo de
Atala tomó células epiteliales y musculares de la vulva de las jóvenes (en el
momento de la intervención tenían ente 13 y 18 años) y las cultivó para
multiplicar su número. Después, las colocó en matrices
biodegradables de origen porcino, con lo que obtuvo una
estructura tridimensional con forma de vagina que se implantó a las pacientes.
Durante una
media de ocho años, los investigadores siguieron la evolución de las jóvenes y
evaluaron el estado del tejido, su funcionalidad y su integración con el resto
del organismo. Además, mediante un cuestionario sobre su vida sexual, midieron
su grado de satisfacción con el nuevo órgano.
Los resultados mostraron que tanto la estructura, como la
funcionalidad del órgano eran perfectamente normales. Las pacientes, de hecho,
manifestaron no tener ningún problema en sus
relaciones sexuales -tanto la lubricación, como la
satisfacción o los orgasmos eran normales-.
Los investigadores se muestran cautelosos en sus
conclusiones y reclaman nuevas investigaciones sobre este tipo de
bioingeniería, pero sugieren que su hallazgo puede ser una muy buena opción para los
casos en los que sea necesario realizar una reconstrucción vaginal.
Coincide con
su punto de vista Carlos Simón, director de investigador del Instituto
Valenciano de Infertilidad (IVI), quien subraya que, hasta ahora, lo único que
se podía hacer ante patologías como el síndrome citado era estirar la piel o
utilizar injertos que no siempre daban buenos resultados.
"Es el camino para el futuro en casos que no hay otra
solución y la solidez de sus hallazgos,
después de ocho años de seguimiento, es tremenda".
Para el
especialista, también catedrático de la Universidad de Valencia, tanto el estudio de
Atala como el de su colega Martin, realizados en humanos, son un importante
espaldarazo a la creación de órganos a través de la bioingeniería.
Atala tiene una amplia experiencia en la creación de órganos
tubulares -como la tráquea- y ha demostrado la efectividad de su técnica de
bioingeniería en vejigas, injertos de piel, y riñones (en ratones), pero con la creación de
vaginas humanas el científico ha dado un paso más en la complejidad de la
ingeniería de tejidos.
Antonio
Campos, que dirige el grupo de Ingeniería Tisular de la Universidad de Granada
y es el 'padre' del primer órgano bioartificial realizado en nuestro país -una
córnea-, apunta que "estos dos ejemplos muestran que crear piezas de
recambio para problemas de salud es posible».
Lo más
complicado en estos casos, subraya, es conseguir "reproducir la
tridimensionalidad de los órganos" y "definir qué biomateriales son
los más adecuados para conseguir las propiedades biomecánicas" que se
requieren.
Pero, pese a los desafíos, recuerda, hay muchos equipos trabajando
en la buena dirección.
Su grupo ya
ha iniciado los ensayos clínicos para evaluar en pacientes la utilidad de la
córnea bioartificial que han desarrollado.